Faustina fue secuestrada y asesinada por el indio Hilario Crispín. — Capac Eterno: Padre Eterno. Y así hasta el pueblo. Las piedras hablan. Aquella diabólica idea de colgar a los hombres por los pies toda una noche… Aquella vivisección lenta y sañuda, digna de un suplicio chinesco… Pero mis dudas se habían desvanecido repentinamente. Ya se le había sorprendido encaramado en la consola, haciendo girar la manecilla del reloj y tecleando también en la máquina de escribir. Don Ramón arrugó el entrecejo, se rascó la punta de la nariz, señal de que algo le disgustaba, y, midiendo de arriba abajo al indio, con una de esas miradas que quisieran adivinar lo que hay en el bolsillo de las gentes, contestó: —Hola, buen mozo, ¿conque me traes ya eso? ¡Lástima de palo! El indio no sólo no hace mérito de sus conquistas amorosas, sino que ni se jacta de ellas ni las convierte en gloria de sus héroes. —Caballos que llegan, Juan; vienen muchos. Paga los ciento dos soles o no hay misa cantada en ninguno de los dos días, aunque me lo mande el nuncio. —No es güincher, taita; manglir es. Lo que más envidiamos las mujeres, hablo de las mujeres honestas, es la gloria de hacer felices a nuestros maridos. Conce Maille vaciló, pero comprendiendo que la situación en que se encontraba no podía continuar indefinidamente, que, al fin, llegaría el instante en que habría de agotársele la munición y vendría el hambre, acabó por decir, al mismo tiempo que bajaba: —No quiero abrazos ni chacta. Lo que no sería extraño. ¿No es así? Pero una vez en su pueblo, en Chupán, donde llegó una tarde, su desencanto fue doloroso. Aponte no pudo hacer lo mismo; mientras perdía algunos segundos en guardar en el huallqui el ishcupuro y la shipina y empuñaba el rifle, sonaron varios disparos, que repercutieron fúnebremente en las concavidades de la quebrada, al mismo tiempo que el infeliz mozo, llevándose una mano al pecho, caía de espaldas, murmurando: —¡Jirca no me ha perdonado! ¿Está bien, taita? Os comprometisteis, bajo mi garantía, a pagarle a los de Obas antes de un año los cincuenta escudos que les estáis debiendo, para que nos dejasen celebrar tranquilamente la fiesta, y hasta hoy no habéis cumplido con abonarles un centavo, ¡recontra! —¿Tenía muchas? »Y llegó el día en que un gran pedazo del labio superior desapareció completamente, dejando al descubierto una encía purpúrea y unos incisivos amarillentos, que parecían ansiosos de morder; que la nariz irreprochable quedó convertida en un triángulo oscuro, viscoso, cóncavo; que uno de los ojos comenzó a desorbitarse y a tomar un estrabismo siniestro. Pero Ponciano me robó el año pasado un toro. Download Free PDF View PDF. Si los piojos se hicieran la guerra y tuvieran historiadores las fuentes de la heroicidad quedarían agotadas. Un joven sabio y valiente puede hacer la dicha de Cori-Huayta. ¿Qué iba a ser de su madre sin él? Juan Jorge se frotó las manos, sonrió, diole una palmadita a la Martina y resolviose a sellar el pacto con estas palabras: —De aquí a mañana haré averiguar con mis agentes si es verdad que Hilario Crispín es el asesino de tu hija, y si así fuera, mandaré por el ganado como señal de que acepto el compromiso. Desde el primer instante las gentes comenzaron a mirarle con recelo. IV Había reparado yo que Ishaco, cuando no respondía inmediatamente a mis llamadas, al presentarse revelaba azoramiento, y, sin esperar que le interrogara por la demora, comenzaba a disculparse tontamente. — Shipina: cucharilla de hueso o madera, a manera de punzón, con que se saca la cal empleada para chacchar; frecuentemente se usa también para llevar la coca a la boca. Cuando la niebla intenta bajar al valle en los días grises y fríos, ellos, con sugestiones misteriosas, la atraen, la acarician, la entretienen y la adormecen para después, con manos invisibles — manos de artífice de ensueño— hacerse turbantes y albornoces, collares y coronas. Había aprendido también a soportar la tiranía de las bandas de resistencia, que continuó usando durante su vida de licenciado, y del botín de pasadores, esa especie de suplicio, que parece inventado para torturar por un tiempo el pie del indio, acostumbrado desde que nace a la saludable libertad del yanque[*] y del shucuy. Juan Jorge oía estas cosas con el respeto y admiración de un verdadero discípulo, sufriendo al separarse del maestro horas de desaliento profundo y torturas de ansiedad de perfección infinita en su arte. —A eso voy, precisamente. Y si no, fíjate en todos nuestros grandes políticos triunfadores. Y el indio, aunque nuestros sociólogos criollos piensan lo contrario, no es persona: es una bolsa de apetitos. A unos les basta un segundo para tomar una resolución; a otros diez años, como a mí. —Y para mí el corazón —añadió Juan Jorge—. Una mañana que recorría el comercio de la ciudad, en busca de las clásicas cápsulas del 44, un pariente de Magariño lo reconoció y lo entregó a la policía. Es un caso vulgarísimo también. ¡Pobrecillo! Y al día siguiente de la noche solemne, al conjuro del nuevo sentimiento, difundido ya entre todos por sus capitanes, dos mil indios prepararon las hondas, afilaron las hachas y los cuchillos, aguzaron las picas, limpiaron las escopetas y revisaron los garrotes. La ocupación era un poco ilícita, pero sabiendo portarse en ella… Todo se reducía a saber burlar la vigilancia de ciertos hombres. —De Valerio, taita. El indio recogió el sol con mano temblorosa, y después de cambiarlo y de echarle una mirada aviesa a don Ramón, enarboló su garrote y salió, no sin dispararle antes, a manera de parto, esta flecha envenenada: —¡Cómo ha de ser falso, taita, si ayer no más me lo dio doña Santosa en pago de un carnero! Eres un peligro para todos. Todo lo bueno lo hacían los demás; todo lo mal, Ishaco. Cincuenta escudos, que son cien soles, al diez por ciento anual… —Perdona, taita, que te interrumpa. Estas manifestaciones despertaron su amor propio, y le dieron una mayor conciencia de su personalidad, acabando ésta por adquirir mayor fuerza el día en que dejó de ser un simple número del batallón para convertirse en el cabo Maille. ¿Diez por ciento mensual? Para qué son tan bestias los indios. Verdad que su apellido lo supe desde el primer momento, pero me parecía impropio llamarle por él, no sólo por lo inusitado, sino para evitarme el compromiso de satisfacer a cada instante la curiosidad pública sobre su procedencia. Están asombrados de tu valentía. ¿Por qué? ¡Te empujan la puerta del cuarto!”. El tiro le había destrozado la mandíbula inferior. Y todo esto, como decía él en sus momentos de sinceridad y orgullo, se lo debía a su trabajo, a su industria, a su máuser, hijo de su corazón, que solía besar cada vez que volvía de cumplir su palabra de illapaco formal. Tumbaba a trescientos metros un venado corriendo; agujereaba una peseta a cincuenta pasos; le volaba a una india una flor de la cabeza; asustaba a los de Chupán en las noches de fiesta apagándoles a tiros los faroles de la fachada de la iglesia, y hasta a sus mismos paisanos, haciéndoles volar el ishcupuro[*] de la diestra cuando estaban chacchando. Y podría también matarse a ciertos hombres. ¿Y qué cosa más digna, ni más edificante que esas uniones celebradas bajo el imperio de la tradición y a la sombra bienhechora de la iglesia? ¡Patroncito San Pedro, líbranos de San Santiago! comprensión. Los indios, que en las primeras horas de la mañana no habían hecho otra cosa que levantar ligeros parapetos de piedra y agitarse de un lado a otro, batiendo sus banderines blancos y rojos, rastrallando sus hondas y lanzando atronadores gritos, al ver avanzar al enemigo, precipitáronse a su encuentro en oleadas compactas, guiados, como en los días de marcha, por la gran bandera de Aparicio Pomares. Entre ellos se destacó el Programa Bosques Andinos (PBA), como una iniciativa regional que contribuye a que la población andina que vive en y alrededor de ellos reduzca su vulnerabilidad al cambio climático y reciba beneficios sociales, económicos y ambientales de la conservación de bosques andinos. Y no se crea que el apellido significase una rareza, una extravagancia o un equívoco, cosa tan corriente entre los indios. —gritaba Maille a cada indio que derribaba—. Se lo adiviné en los ojos. En la segunda década del siglo XX, Enrique López Albújar, un juez de primera instancia de la provincia peruana de Huánuco, guiado por sus convicciones, emitió una doble sen- tencia absolutoria en un caso de adulterio. Decuriones, cojan a ese hombre y sígannos. ¿Qué crees tú que está haciendo entonces? ¿Y la piara de mulas con que trajinas por todas partes, pidiendo por cada carga un dineral? En iEbookteca utilizamos cookies para ofrecerle la experiencia más relevante al recordar sus preferencias y visitas repetidas. Sobre todo, desprecia el peine. No molestes, que estoy muy alegre. «Anda — pareció decirme—, anda, que ya volverás más sometido que nunca». Y terminado el interrogatorio, que Valerio firmó tranquilamente, ordené: —¡Llévenlo! ¡Un hachazo brutal, el más brutal de los que había recibido en mi vida! Pero al poner el pie en el primer escalón, Facundo, que no había perdido la serenidad, con un brusco movimiento de riñones hizo perder a Maille el equilibrio, y ambos rodaron por el suelo, escupiéndose injurias y amenazas. La suposición está siempre por debajo de la realidad. Les diré. Hermandad eterna, satánica. Y le ponían punto a la frase con un escupitajo, limpiándose después la boca, fruncida en gesto de asqueamiento profundo e implacable. ¡Te amenaza un peligro!”. A no ser que prefieras una chaccha sobre andando. ¿Te parece bien? [*] Pides mucho. Y el más soberbio de los seres. No vuelvas a tocarlo porque puede hacer fuego y herirte. Maray, Runtus y Páucar[*] fueron tres guerreros venidos de tres lejanas comarcas. —¡Dale! Seis meses después, todavía podía verse sobre el dintel de la puerta de la abandonada y siniestra casa de los Maille unos colgajos secos, retorcidos, amarillentos, grasosos, a manera de guirnaldas: eran los intestinos de Conce Maille, puestos allí por mandato de la justicia implacable de los yayas. Y allí en su tugurio, solo, abandonado, insomne, comenzó a dudar de Dios y a meditar contra sí mismo. Esas gentes odian como demonios, señor. —Marcelino emplea bien la plata, taita. Trata sobre la muerte de Faustina, hija de Liberato Tucto y de Martina. ¿De qué servía la elección de los moshos, la entrega del pueblo, el canto del Capac Eterno, el paseo de las varas, el maranshay[*], si la regla de conducta a que debían sujetar los concejales sus actos habría de quedar ignorada por un simple desconocimiento del porvenir, fácil de remediar con una catipa? Este hecho se grabó profundamente en la imaginación de Maille, quien, desde entonces, a cada aparición del fenómeno celeste, mirábalo con supersticioso temor y ocultando las manos debajo del poncho, para evitar la tentación de señalarle con ellas. —¿De Adeodato? Y como nos hubiésemos quedado solos y el viejo me iba resultando interesante, resolví provocarle una confidencia, una historia, una anécdota, un chisme, cualquier cosa… —No —me dijo—, no estoy para chismes ni para historias. Juez durante varios años en la sierra peruana, vio desfilar ante sí a muchedumbre de personajes humanos llenos de dolor, de miseria y de angustia. ¿Que sí lo es? Y digo los ojos porque con las manos y los pies también se ve, como usted no ignorará. Y es que la ley tiene encima otra ley, más fuerte y más inexorable que ella: la rutina, y ésta, un fiscal, un inquisidor, pronto a entregarla a los esbirros de la transgresión: el precedente. Pesa usted más que un tercio de coca, así, tan chupadito como es. Fecha de publicación: Materia: Narrativa INFANTIL. —¡Calla tu boca, Chuqui! Lo que, según la vieja sabiduría indostánica, es la perfección, el desprendimiento del karma, la liberación del ego. Los primeros, hartos de tentativas infructuosas, de fracasos, de decepciones, en todo pensaban en esos momentos menos en la realidad de una reacción de los pueblos del interior; la segunda, ensoberbecida por la victoria, confiada en la ausencia de todo peligro y en el amparo moral de una autoridad peruana, que acababa de imponer en nombre de la paz, apenas si se detuvo a recoger los vagos rumores de un levantamiento. Valerio, medio descrismado, se debatía en el suelo, sin que la ayuda de los gendarmes fuese suficiente para levantarle. Pides una cosa que nunca he hecho, ni se ha acostumbrado jamás por aquí. Se los saqué para que no me persiguiera la justicia. CUENTOS ANDINOS - ENRIQUE LOPEZ ALBUJAR. que todos los hombres honrados cometen diariamente, sin perder por ello la estimación pública, y la de absolver, para tranquilizar mi conciencia, no vacilé en apartarme voluntariamente del camino que me indicaba la ley. Cuspinique, el sacristán, después de muchos rodeos y de rascarse dos o tres veces la cabeza, le había contado un día que en casa del alcalde no se decía ya doña Santosa cuando se referían a ella, sino la mula de taita Ramun, y que cuando así la llamaban todos se echaban a reír estrepitosamente y escupían, lo cual significaba que habían perdido por ella toda consideración y por él, todo respeto. Pero tú bien puedes reírte de los médicos, de los químicos y de los fisiólogos… »Y es que la coca no es vicio sino virtud. Y luego, detrás, los regidores, los cuatro campos[*], el escribano, el capillero, el sacristán y el fiscal, todos ellos seguidos de sus respectivos decuriones, especie de esbirros, altos y musculosos, cuya misión, como la de los perros de presa, es la de coger y atarazar en caso necesario a los que incurren en el enojo de los concejales y de los yayas. En esta quebrada se refugian todos los asesinos y ladrones que persigue la fuerza. La mula de taita Ramun I Taita Ramun, como le llamaban todos en el pueblo al señor don Ramón Ortiz, español de Andalucía y cura de Chupán, a mucha honra, según decía él con un resabio de ironía bastante perceptible, habíase levantado aquel día más temprano que de costumbre. —exclamó la señora Linares—. Para eso había sido tirador de preferencia en su compañía. Los tiros de máuser están hoy muy escasos y no hay que desperdiciarlos en caprichos. —Es que Aponte no pasará de las manos del subprefecto, y el subprefecto siempre listo a hacer negocio, o a obedecer recomendaciones del diputado. Otro desvío de lo que un buen burgués llamaría el riel de la normalidad. Habría que expulsarlo como a su padre». No te sabe a nada todavía. ¿Y dónde me deja usted al pique? ¿Y por qué no me lo habéis dicho, pedazo de bestias? El público tenía necesidad de saber de antemano cómo se le iba a gobernar, qué daños, qué desgracias, qué calamidades iban a pesar sobre él, para por medio de sus jircas, burlar su nefasto poder. Junto con el cadáver pongo a su disposición un bastón y un paraguas, que el suicida dejó en una de las tribunas del puente. Después lanzó otra montaña delante de Maray, con el mismo resultado, y Maray se detuvo también. Al muerto hay que sacarle los ojos y guardárselos para que no indique a la familia dónde se encuentra el illapaco; y la lengua también, para que no avise; y el corazón, para comerlo cuando es de un valiente, porque esto da más valor. Y mientras todos los que nos encontrábamos bajo el parral veíamos con hostilidad al impertinente viejo de las barbas ampulosas, renegando de que nos hubiese echado a perder tan grata compañía, éste se limitó a contestarme: —¡Aspavientos!, que no cuadran en estos lugares, donde todos, cual más cual menos, cuando no llevamos un piojo encima es porque lo hemos dejado en casa. Más allá de lo anecdótico o de los soportes extraliterarios que estos hechos brinden al análisis, lo cierto es que los relatos de López Albújar parten de una experiencia de la realidad, a la que se accede por vía de la observación, la observación de un mundo en el que la justicia y la venganza configuran un cuerpo de leyes de uso y vigencia singulares. Y, mirándolo bien, un vicio, inútil para mí; vicio de idiota, de rumiante, en que la boca del chacchador acaba por semejarse a la espumosa y buzónica del sapo, y en que el hombre parece recobrar su ancestral parentesco con la bestia. —El mostrenco está por aquí, taita. Sobre todo, desprecia el peine. Y la noticia se esparció por el pueblo eléctricamente… «¡Ha llegado Cunce Maille! Lo que no tardó en saberse. Prescinde tú de la chaccha, si quieres, pero catipa de cuando en cuando, y así serás hombre de fe. Pillco-Rumi[*], curaca de la tribu de los pillcos, después de haber tenido hasta cincuenta hijos, todos varones, tuvo al fin una hembra, es decir una orcoma, pues no volvió a tener otra hija. ¿Qué le has preguntado?… Callas, la escupes. Sobre los yacentes despojos del formidable chaulán, se irguió entonces la anónima figura de una nueva y sombría celebridad. — Ginjoísmo, jingoísmo (del inglés jingoism): término acuñado por George Holyoake en 1878. Pero el piojo, que seguramente leyó mi pensamiento, se apresuró a contestarme: “¿Y lo que diezmas tú con el alcohol, la sífilis, el homicidio y la guerra?”. Una cursilería, una estupidez, porque la libertad del amor está por encima de todas las libertades. Lástima que haya matado a tu hija, porque es un indio valiente y no lo hace mal con la carabina. La construcción es en adobes con espesores marcadamente variables en función de la altura. Cunce Maille vale cincuenta perros chupanes. Los Cuentos de Esta Antología Son como una Descarnada Representación de un Mundo Agreste, Donde los Personajes y el Entorno Se Amalgaman para Conferir una Fuerza Abrumadora a Cada Relato. —No es falso, taita; sol bueno. ¿Qué podría ser aquello? —Piñashcaican, malhumor; cushiscaican, alegría, taita. ¿Que no entiende esa bestia, o lo hago entender yo? Tiene toda la bellaquería, toda la astucia, todo el egoísmo, toda la soberbia del hombre. Lo digo sin exageración, porque aquí hay gentes que desayunan con piojos. »¡Bah!, debes estar contento de tener tú también tu vicio. Se está dentro de la ley como se está fuera de ella, y se sale de ella por una infinidad de puertas, con más o menos violencia —cuestión de temperamento— pero siempre por las mismas puertas que salieron otros. Entre los indígenas, tiene funciones vigorizantes y ceremoniales. ¡La liberación! ¿Y el asesinato del joven Carrillo? Magariño, ciego por esta actitud de su contrario, que significaba para él una insolencia inaudita, se perdió. ¡No me mates, taita!”. El cargo y el traje te lo impiden. Y para que el pobre consiga comer realmente pan y beber realmente vino, es necesario que primero sacrifique en la capilla siniestra de la fábrica un poco de alegría, de inteligencia, de sudor, de músculo, de salud… La coca no exige estos sacrificios. — ¡Tatau! Y la consigna fue esquivar a todo trance el choque, la resistencia. En las tradiciones textiles del mundo andino, el estilo del diseño son también un medio de expresión de cultura y por tanto, una fuente de conocimiento de las sociedades andinas. Los Maille eran gente de presa. ¿No es verdad que era un tipo arrogante? Desde entonces te las estoy guardando. ¿Y hay nada más cómodo, más perfecto, que sentarse en cualquier parte, sacar a puñados la filosofía y luego, con simples movimientos de mandíbula, extraer de ella un poco de ataraxia, de suprema quietud? El Perú realizó entonces en Sudamérica, en gran parte, la obra que pretendía realizar Alemania en Europa, el dominio continental. Pero esos seres, en la visión de López Albújar, no son arquetipos; no comprometen, por tanto, al conjunto de la sociedad andina, ya que no implican una visión generalizadora y por lo mismo deformante. ¿Te sientes fatigado? desarrollo de la expresión y nivel de expresión oral. El indio, que había escuchado la fraseología del cura sin pestañear, pero atendiendo más a la cuenta que acababa de sacarle que al reproche, contestó: —Ciento cincuenta soles no, taita; ya los habríamos pagado. —Porque yo no necesito de que nadie me haga justicia. —No hay nadie, taita. Entre los camélidos andinos es la que menor tamaño tiene y puede medir hasta 1.30 mts. Y hasta me pareció que me lo dijo con el mismo tono y el mismo gesto con que los gladiadores romanos le dijeran al César: “Uno que va a morir te saluda”. —¿Has caminado mucho? En ello consistió lo que, usando los términos de Pedro Morandé, hemos llamado una estructura de comunicación intercultural en el ámbito de la pintura colonial andina, la cual no se estableció en el nivel del discurso reflexivo, sino en el nivel pre-discursivo del rito y del sacrificio: de la observación eficaz de la dimensión trascendente de la realidad por medio de pinturas. Y, como para comprobarlo, añadí: —Es un winchester, muy peligroso para los niños. Con un sol puedes emborracharte, puedes despertar la codicia del vecino, puedes comprar un puñal y cometer un asesinato… No, hombre; te repito que yo no soy generoso con el dinero y que tus paisanos están en un error al suponerlo siquiera. Las funciones públicas no podían quedar entregadas a la voluntad o capricho de los hombres, aunque éstos fueran los personeros legítimos de la comunidad y estuvieran repletos de sabiduría. —No. —¿Y el juez de paz? —Voy a llevarla a mi cuarto. El peine es, además, bajo, servil, lacayuno; se deja coger por todas las manos y se desliza indistintamente por entre todos los cabellos, desde el más rubio hasta el más negro, desde el más crespo hasta el más lacio, sin protestar, mientras el muy pícaro se va llevando mañosamente el mismo pelo que acaricia. Ahora levántense todos y bésenla, como la beso yo. Lo que en éste suscitaba un reproche, una crispatura, una reprobación, un anatema, en aquella producía una sonrisa extraña, un silencio de esfinge, una serenidad de lago tranquilo. En Pisagua, que fue el primer lugar en que me batí con ellos, los vi muy cobardes. —Y para que ustedes no me coman a mí, si es que el zorro puede más que yo —contestó el alcalde, vaciando en seguida, de un trago, el jarro de chicha. —Vaya, taita; para que el año te venga bien y tu sabiduría y vigilancia no dejen que el ganado que tienes delante se lo coma el zorro. Y entre unos y otros, elijan ustedes. ¿Y qué creen ustedes que hizo? En la guerra el que puede más le quita todo al que puede menos. es un oficial descuidado. Y en el gusto y las costumbres el choque fue más franco todavía. El comisionado debería comenzar por ofrecerle todo, hasta la vida, que, una vez abajo y entre ellos, ya se vería cómo eludir la palabra empeñada. Jircas comen; jircas hablan; jircas son dioses. El respeto es convencionalismo. Enfurruñado como un gato rabioso cogido por la cola, se limitaba a morderle las manos al negro para que lo soltase, repitiendo de rato en rato esta frase, a manera de vindicación: —¡Ese perro mató mi padre! ANEXO 4 INSTRUMENTO UNIVERSIDAD ANDINA DEL CUSCO. y retando al enemigo, tuve vergüenza de mi pena y me resolví a pelear como ellos. Lo coloqué en la uña del pulgar izquierdo, con el mismo cuidado con que el verdugo de Francia acuesta en la guillotina a los condenados, y con la uña del otro pulgar ¡crac! —¿Y esta mañana no lo barriste? Este resumen de cuentos andinos se compone de diez relatos siendo los siguientes, Los Tres Jircas, La Soberbia del Piojo, El Campeón de la Muerte, Ushanan - Jampi, El Hombre de la Bandera, El Licenciado de Aponte, El Caso de Julio Zimens, Cachorro de Tigre, La Mula de Taita Ramun, Como habla la Coca. Hablemos entonces de los animales. El que lo quiere lo compra. La coca es para el indio el sello de todos sus pactos, el auto sacramental de todas sus fiestas, el manjar de todas sus bodas, el consuelo de todos sus duelos y tristezas, la salve de todas sus alegrías, el incienso de todas sus supersticiones, el tributo de todos sus fetichismos, el remedio de todas sus enfermedades, la hostia de todos sus cultos… »Después de haberme oído todo esto, ¿no querrías hacer una catipa? —¡Qué horror! —respondieron las cincuenta voces. Y Maille dedujo de todo esto que los hombres tienen delante de sí algo que esperar. —Buenos días. Yo haré saber que lo has hecho así por encargo. — Karu-Ricag: el que ve lejos, intelectualmente. Avanzaban, avanzaban… Pronto circuló la noticia. ¿No querrán beber la mía? 3. —No, yayas me encargan decirte que si quieres te abrazarán y beberán contigo un trago de chacta en el mismo jarro y te dejarán salir con la condición de que no vuelvas más. Pillco-Rumi sintió rebeldías contra ella y comenzó a odiarla y a pensar en la manera de eludirla. El amauta dijo: —La sabiduría de un curaca está en cumplir la ley. Una salvajada sin nombre. El choque fue terrible. ¡Claro! He venido a hacerle una consulta. Yo no comencé así. Quizás si en esta facilidad misma está la causa de la mezquina importancia que le da el indio a la parte romancesca del amor. No hay que mirar esta bandera con odio sino con amor y respeto, como vemos en la procesión a la Virgen Santísima. ¿Y las sesenta vacas lecheras que tienes pastando en Colquillas, por una de las cuales me pediste cien soles? Lo que siento es un olor a podredumbre. La coca no es opio, no es tabaco, no es café, no es éter, no es morfina, no es hachisch, no es vino, no es licor… Y, sin embargo, es todo esto junto. Le negaban el saludo; se entraban al verle pasar; cerrábanle las puertas y, para colmo de esa situación odiosa, no tuvo ni la compañía de su padre Conce ni de su abuela Nastasia. Si rebajaras siquiera el piquito… —No seas necio, Marcelino. Y más útil todavía saber cómo mata la sociedad y cómo un hombre puede ser juez y reo al mismo tiempo. Ante tal imputación, los yayas, que al parecer dormitaban, hicieron un movimiento de impaciencia al mismo tiempo que muchos individuos del pueblo levantaban sus garrotes en son de protesta y los blandían gruñendo rabiosamente. Otra equivocación, que diría un hombre práctico. La Pinquiray no tenía opinión de nada y Zimens tenía opinión de todo. ¿Usted ha visto alguna vez un perro ingrato? Hay que tener mucha paciencia. Un piojo es impasible. —No, taita. Yo la encuentro muy dulce. ¡Cuidado si os pasáis de tramposos! La señora Linares; Melchor:un viejo. Ni sé tampoco si por atavismo o curiosidad, o por esa condición fatal de nuestra naturaleza de tener siempre algo de qué dolerse o avergonzarse. Porque tú sabrás que yo no me alquilo sino para matar criminales. — Ysmayta-micuy: «come mierda». Su aspecto inspiraba lástima. Y de cada chacchada no había obtenido la misma respuesta. —Nosotros, por tirar lampa[*], recoger algodón, cosechar arroz o maíz, un sol cincuenta. Armas sucias, taita. La montaña llueve mucho, solea mucho y comer mal, mi sargento. Como todos. Ni el verdadero día de San Santiago, ni el en que principian las cosechas, ni el del ushanam-jampi superan en importancia al 2 de enero. Zimens tuvo el rasgo señorial de no oponerse ni protestar contra esas miserias. ¿Y vosotros estáis respondiendo por aquello? Y mi interlocutora, que, al parecer, no se sentía muy convencida de mi afirmación, me interrumpió con esta frase, que subrayó con la más fina de sus ironías. El animalito tenía una afición musical innegable. Tal vez si el piojo tiene en el hombre la misma misión que cierta mosca parásita de la paloma: presentir el peligro y avisarlo. Para ellos la mejor vaca, el mejor carnero, los primeros sacos de papas, de maíz, de trigo, el mejor plato y el mejor vino en las fiestas, los relucientes y sonantes soles a la hora del bautismo, del casamiento, de los funerales y de los responsos. Pero a mí no me importa que no me lo agradezcas. — Catas: pequeño manto cuadrado que las mujeres indígenas usan siempre. Hoy las exigencias de la vida son mayores. —¿Cree usted que un hombre de mi condición tiene derecho a matarse? Revista Iberoamericana. [*] Y de cuatro saltos salvó las aguas del Chillán y desapareció entre los matorrales de la banda opuesta, mientras los perros, alarmados de ver a un hombre que huía y excitados por el largo silencio, se desquitaban ladrando furiosamente, sin atreverse a penetrar en las cristalinas y bulliciosas aguas del riachuelo. Un espía es un centinela perdido; ni más ni menos que en la milicia. Maille, por toda respuesta, se encogió de hombros y entró. Jorge y Tucto se metieron en una aventura preñada de dificultades y peligros, en que había que marchar lentamente, con precauciones infinitas, ascendiendo por despeñaderos horripilantes, cruzando sendas inverosímiles, permaneciendo ocultos entre las rocas horas enteras, descansando en cuevas húmedas y sombrías, evitando encuentros sospechosos, esperando la noche para proveerse de agua en los manantiales y quebradas. Te has limitado a mascarla por diletantismo. ¿Ves? Tal vez por eso están siempre rojos y me lloran mucho. Como la mujer… como la sombra… como la dicha… Pero no importa que cruja. ¡Un pecado mortal! ¡Qué susto me dio el maldito cuando disparó! Porque no creo que la Providencia tenga el mal gusto de intervenir en estas cosas. »Y es lo que me decía el piojo de mi historia la segunda vez que volví a soñar esa noche: “Ustedes son muy cobardes y muy ingratos también. Hablemos entonces de los animales. —Limpiando carabina, taita. ¿Sientes en la punta de la lengua una sensación? Lo que pedía Maille era una enormidad, una enormidad que Facundo no podía prometer, no sólo porque no estaba autorizado para ello, sino porque ante el poder del ushanan-jampi no había juramento posible. Tres moles, tres cumbres, tres centinelas que se yerguen en torno de la ciudad de los Caballeros de León de Huánuco. Nastasia lo abrazó. Y la coincidencia va más allá. Y el viejo concluyó diciendo: —¿Y sabe usted cómo le demostré mi agradecimiento al piojo? —¿Y cuánto vas a pagar porque lo mate? El Presente trabajo de investigación parte del desinterés de maestros, padres y madres de familia por desarrollar valores morales durante el ciclo escolar; en consecuencia, surge la investigación titulada: “, Puede haber violencia y la hay, pero ¿qué es eso de “catálogo de depravaciones sexuales”? Estamos pagados. La pulga es el animal más impertinente de la creación. Ustedes querrían verla implantada en Huánuco. Un piojo no sabe ni quiere saber de estas cosas. Cuarentiocho horas después, a la caída de una tarde, llena de electricidad y melancolía, vi un rostro, bastante conocido, aparecer entre la penumbra de mi despacho. ¡Ushananjampi! … ¿Vas a botarlas? Las cookies de publicidad se utilizan para ofrecer a los visitantes anuncios y campañas de marketing relevantes. Cuándo: 06 - 13 de Febrero Horario: 20:00 hrs. »Una tarde… No, fue una noche de un día cualquiera. Y mostrándome al indiecito, añadió: —Ahí donde usted lo ve, señor, tiene su geniecito, pues es nada menos que hijo del famoso Magariño. ¡Si seréis bobos vosotros! Beberemos. En ellos el autor retrata de manera magistral los escenarios y protagonistas del universo andino. —No, ésos son otros hombres. Pero a mí no me importa que no me lo agradezcas. ¡Pero al piojo! Y todos, servidos por un decurión[*], fueron vaciando a grandes tragos un enorme vaso de chacta. «A ver ¿qué hace allí ese cholo bruto? —Un momento, señora… Y la señora Linares, toda joyas y sedas, llena de inquietud y curiosidad, se quedó inmóvil. Y nosotros éramos apenas un puñado así. —¡Hum! A estos indios lo que les hace falta es el palo que en mala hora vinieron a suprimir los franchutes». Un viento de humillación soplaba sobre las almas. Era Valerio un indio alto y desmirriado, de rostro lampiño, y largo como el reflejo de una imagen en un espejo cóncavo, y en el cual lo caído y curvo de la nariz tenía reminiscencias de garra, y su mirar, oblicuo y falso, causaba la impresión de estar frente a una hiena. Como metodología para dar respuesta a los problemas planteados y logro de objetivos propuestos se aplicó el diseño pre experimental, utilizando la lista de cotejo como instrumento de recolección de datos; estructurado considerando las dimensiones y sus respectivos indicadores. ¿A ti qué te parece, Maille? No tuvo esa gloria, pero tal vez fue porque no lo quiso. Y cambiando de tono: —¿Pero qué es esto? los. Dos trozos de carne aparecieron. Y los tres llegaban a la misma hora, resueltos a no ceder ante nadie ni ante nada. Y Juan Jorge encendió un cigarro y se puso a fumar, observando con interés las espirales del humo. Y el illapaco, que a previsor no le ganaba ya ni su maestro Ceferino, había preparado el máuser, la víspera de la partida, con un esmero y una habilidad irreprochables. El indio es muy prudente y muy sufrido, y cuando se le acaba la paciencia embiste, muerde y despedaza. —¡A la quebrada! —¿Cómo que no? estudiantes. Pero ¿qué podría importarle la muerte a él, acostumbrado a jugarse la vida por nada? Confiéselo. Las demás señoras, tal vez por espíritu de cuerpo o por el temor de un percance igual, fueron, disimuladamente, levantándose y siguiendo el camino de la señora Linares, hasta dejarnos completamente solos. Ha dicho usted que el piojo es el mejor amigo del hombre. —Carnecita, taita —dijo mostrándome el contenido, pero con reserva. ¡Qué animal tan bestia! —Lo sé, patrón. Lo más que te ofrezco, como yapa, es pedirle a vuestro patrón, en la misa del primero, que les haga perder la memoria a los obasinos para que no se acuerden más de Colquillas. Pero Maille era demasiado receloso y astuto, como buen indio, para fiarse de ese silencio. —¡Trae acá, bandido! Tiene forma de cruz latina, con una portada lateral barroca- mestiza en piedra labrada con presencia de arte nativo aimara. Esperemos quietos. Un delito que había alarmado a todos profundamente, no tanto por el hecho en sí cuanto por la circunstancia de ser la tercera vez que un mismo individuo cometía igual crimen. ¿Os habéis figurado que yo he venido aquí para hacerme responsable de vuestros líos? —gritó una voz. — Utacas: hormigas, hormiga-león. Es una de esas tantas inutilidades que la naturaleza ha puesto delante del hombre como para abatir su orgullo o probar su inteligencia. Tiras bien y te será fácil. — Pachamanca: carne macerada con especies y cocida al calor de piedras refractarias, con guarnición de hortalizas autóctonas. ¡Parece mentira! Con el desarrollo de esta investigación, pretendo fortalecer la identidad cultural a través de los cuentos andinos; así mismo desarrollar las habilidades básicas Y es una virtud en seis patas. Y viene a aumentar esta celebridad, si cabe, la fama de ser, además, el mozo un eximio guitarrista y un cantor de yaravíes capaz de doblegar el corazón femenino más rebelde. Se trataba de Ishaco, el indiecillo aquel que un tiempo fue el rebullicio y tormento de mi casa, y, a pesar de esto, la alegría también. Siempre las mismas cosas: agresión, violencia, engaño, latrocinio. Naturalmente Maille acabó por deglutir esas ideas después de rumiarlas largamente en el silencio de las noches solemnes, cuando, entre el alerta de los centinelas, suspiraba bajo el peso de los recuerdos del terruño. Y el insecto impertérrito: “¡Melchor, despierta! Una risotada respondió a la amenazadora frase del Chuqui. —Pedirte que bajes y te vayas. Y los yanquis, ginjoísmo[*], que también es un vicio. —Entonces me apeo. Y prefiere también las serranías y no desdeña la miseria del pobre. ¿Y sabe usted por qué? Un asno así es merecedor de pasar a la categoría de hombre y de participar de todas las ventajas de la ciudadanía. Pero yo no me refiero a eso. —Tienes ganados, tienes tierras, tienes casas. Has debido estar en Jesús muy temprano. Pillco-Rumi se apresuró a objetar: —Cori-Huayta cumplirá mañana dieciocho años; ha pasado ya de la edad en que una doncella entra al servicio de Pachacámac. Bien ha hecho Dios en darle las patas que tiene. A mí me habría importado poco lo de la muerte. Yo, dirigiéndome al viejo, no pude menos que decirle: —Es usted demasiado indiscreto, don Melchor. ¿Y los rusos? ¿Y ayer? Comenzaron a cantarse sus aventuras en las aldeas, en las estancias, en los pueblos, en todas partes, pintándosele en ellas no sólo como un puma valiente, comedor de corazones, sino como el bandolero más rumboso y bravo de todos los tiempos. ¿A quién podría abrazar la vieja Nastasia, taita? —¿Por qué entonces no te quejaste? Porque ¿cómo pensar que Ishaco habría de renunciar para siempre a la vida del campo, a la vuelta al seno de los suyos? El amauta, que a su vez leía en el pensamiento de Racucunca, intervino gravemente: —La belleza es fugaz; vale menos que el valor y la sabiduría. Eres una mulita de la que no da ganas de apearse cuando se está encima. Y, mientras en la casa cural don Ramón sostenía violento diálogo con doña Santosa sobre la exigüidad de las primicias que ésta había anotado en la mañana y la miseria de los potajes que le habían remitido, en el cabildo, los moshos y los yayas, rodeados de gran parte de los vecinos, se preparaban a la solemne catipa, llamada a predecir los futuros sucesos del año. Y fui a pelear llevando a mi mujer y a mis hijos colgados del corazón. Y prefiere también las serranías y no desdeña la miseria del pobre. Y así fue hiriéndole el terrible illapaco en otras partes del cuerpo, hasta que la décima bala, penetrándole por el oído, le destrozó el cráneo. Reseña del libro "Cuentos Andinos". Ya no sabía, como antes, compeler a los mayordomos a que cumplieran con proveer puntualmente la despensa cural. Nosotros sólo tenemos carneros, vacas, terrenitos y papas y trigo para comer. Ni ruidos, ni bultos sospechosos; sólo una leve y rosada claridad comenzaba a teñir la cumbre de los cerros. —Todo no. Porque Juan Jorge, fuera de saber el peligro que corría si llegaba a descuidarse y ponerse a tiro del indio Crispín, feroz y astuto, estaba obsedido por una preocupación, que sólo por orgullo se había atrevido a arrostrarla: tenía una superstición suya, enteramente suya, según la cual un illapaco corre gran riesgo cuando va a matar a un hombre que completa cifra impar en la lista de sus víctimas. En el mundo andino, la cosmovisión está principalmente ligada a la cosmografía, que es la descripción del cosmos, en este caso correspondiente al cielo del hemisferio austral, cuyo eje visual y simbólico lo marca la constelación de la Cruz del Sur, denominada Chakana en la antigüedad, y cuyo nombre se aplica a la Cruz Escalonada Andina, símbolo del Ordenador o Viracocha. Está orando, está haciendo su derroche de fe en el altar de su alma. Todos comenzamos a mirarnos con desconfianza. —Bueno, hombre, sigue como te dé la gana, y vamos a nuestro asunto. la necesidad de generar información sobre la especie y poder tomar medidas apropiadas para su conservación, entre 1997 y 1999, con el apoyo de Cat Action Treasury y la Societá Zoológica "La El día se ha hecho para trabajar, y en esto del contrabando hay que olfatear y ver venir desde lejos y sin dejarse ver. Antes que él Narciso Aréstegui (1826-1869) y Clorinda Matto de Turner (1854-1909) habían abordado este crucial asunto nacional, desde la perspectiva de su época. No sólo era ya el sentimiento de la derrota, entrevista a la distancia como un desmedido y trágico incendio, ni el pavor que causan los ecos de la catástrofe, percibidos a través de la gran muralla andina, lo que los patriotas huanuqueños devoraban en el silencio conventual de sus casas solariegas, era el dolor de ver impuesta y sustentada por las bayonetas chilenas a una autoridad peruana, en nombre de una paz que rechazaba la conciencia pública. Si al verme ha enrojecido de vergüenza y está pidiendo a gritos que lo vuelvas al huallqui. Y Cuspinique, que no era otro el fantasma de la campanilla, saliendo del negro armazón en que estaba metido, exclamó: —¡Carache, taita! Año: 4° "A" TITULO DE LA OBRA CUENTOS ANDINOS AUTOR ENRIQUE LOPEZ ALBUJAR GENERO NARRATIVO ESPECIE ESTRUCTURA CUENTO CONSTA DE 10 CUENTOS PERSONAJES DE SUS. A cada diez tiros de los sitiadores, tiros inútiles, de rifles anticuados, de escopetas inválidas, hechos por manos temblorosas, el sitiado respondía con uno invariablemente certero, que arrancaba un lamento y cien alaridos. El infeliz no pudo tener ni el consuelo de padecer entre los suyos. Se goza en infiltrarse entre las uñas de los pies del hombre. Maille, que no tenía nada de bestia, aunque a veces lo parecía, concluía riéndose de estas conversaciones explosivas, de bravía altivez, que, insensiblemente, iban socavándole la media docena de creencias religiosas y morales que llevara de su pueblo. Son unos piojos hambrientos. Los tres colosos se han situado en torno de la ciudad, equidistantemente, como defensa y amenaza a la vez. Espacio de formación y autoformación de Traficantes de Sueños. Los seres que pueblan ese universo son más bien individualidades que, colocadas en situaciones límite, rescatan su propia humanidad y defienden su derecho a la vida del único modo posible, en tales circunstancias: mediante la violencia. Se viaja en buque, que es como una gran batea llena de pisos, y de cuartos y escaleras, movida por unos hornos de fierro que tragan mucho carbón. El peligro es cosa de un momento. Es que le has preguntado algo. M-S de 10:30-14:30 y M-V 17:00-21:00, Actividad subvencionada por el Ministerio de Cultura y Deportes. Él no había matado a Magariño por puro gusto, por pura maldad. Y cambiando de tema, con volubilidad desconcertante, comenzaba a explotar el de los motes, acabando por enojar a todos. ¡Y de qué modo! Los hechos de Magariño repercutieron en todas partes, trompeteados por la fama. —Buenos días, taita —dijo el indio. —No, mañana no; ahora mismo. Artistas e intérpretes bailan durante el tradicional Carnaval de Negros y Blancos en Pasto, Nariño, 3 de enero de 2023. Medidas de PREVENCIÓN del #CORONAVIRUS para NIÑOS y toda la POBLACIÓN. ¡Qué suerte la mía! Mi cuarto tengo trapo listo, cordel para limpiar cañón, grasa para untar piezas. El porvenir era una palabra que la había oído repetir continuamente a sus jefes. Había caído en manos de la justicia cuando el sangriento episodio, que puso en peligro la vida de un hombre, lo tenía ya casi olvidado, lo mismo que todos los hechos que se sucedieron después: la fuga de Felipe Valerio del hospital, a donde se le remitió para su curación, y la de Ishaco, de la casa en que me vi obligado a depositarle. Como Magariño era de muy malas entrañas, y muy madrugador en lo de meterle una puñalada o un tiro a cualquiera, al verse amenazado por él no hizo más que adelantarse y disparar, pero con tan mala suerte que su pobre amigo no volvió a levantarse más. Como que fui yo una de las que reía también. Ni yo ni mi padre habíamos nacido. argumentativos, es una estrategia que adoptada por los docentes. —Verdad, taita —contestó un indio, adelantándose hasta la mesa del consejo. Su traje, a pesar de su desaliño y sencillez, revelaba decencia y comodidad: pantalón de paño gris, recios zapatones de becerro, hermoso poncho listado de hilo, que le llegaba a los muslos, y un pañuelo blanco, al parecer de seda, anudado a la cabeza, a la manera de un labriego español. Tuvo al menos el talento de conquistar a un gringo. —¡Perro! Llévatelo, taita; no sirve». ¿Te has olvidado de esto, Pomares? De aquí que Juan Jorge a los quince años hiciera cosas sorprendentes con el máuser. Con sus veintitrés años bien llevados, sus nuevos hábitos de orden y disciplina, su voluntad para el trabajo y la gramática parda aprendida en el cuartel, tendría lo suficiente para conquistar un porvenir. La ley no se había puesto en el caso de que un padre que tuviera una orcoma habría necesariamente de casarla. Cuando vuelva de Jesús, llegaré donde ti, trayéndote bizcochos grandes, confites, pasas y te daré chacta para que bebas». —Una exageración más grande que las narices de Cuspinique. Es la Casandra de una raza vencida y doliente; es una Biblia verde de millares de hojas, en cada una de las cuales duerme un salmo de paz. —Porque te has dejado alcanzar. Y mi mujer intentó ponerle fin al diálogo con un marcado gesto de disgusto. Tal vez por eso están siempre rojos y me lloran mucho. Que lo diga; está presente. Download. Sólo exige juventud. ¿Qué hacer con una peseta?… —Lo dicho: ¡unos bestias! Facundo engaña al zorro cuando quiere y hace bailar al jirca más furioso». Las demás señoras, tal vez por espíritu de cuerpo o por el temor de un percance igual, fueron, disimuladamente, levantándose y siguiendo el camino de la señora Linares, hasta dejarnos completamente solos. Lo coloqué en la uña del pulgar izquierdo, con el mismo cuidado con que el verdugo de Francia acuesta en la guillotina a los condenados, y con la uña del otro pulgar ¡crac! Cuando han ido por el riel de la intransigencia, descarrilamiento seguro. Si los indios se contaran, se organizaran y fueran más a la escuela y bebieran menos, ¡cuántas cosas no harían! ¿Y a qué distancia le pusiste la bala? Una inmensa pampa de agua azul y verde, dos mil, tres mil veces más grande que la laguna Tuctu-cocha, y en la que puede caminarse días enteros sin tocar en ninguna parte, viéndose apenas tierra por un lado y por el otro no. Una extraña aparición, salida de repente de un costado de la casa cural, los dejó a todos suspensos. Una noche de agosto de 1883, cuando todas las comunidades de Obas, Pachas, Chavinillo y Chupán habían lanzado ya sobre el valle millares de indios, llamados al son de los cuernos y de los bronces, todos los cabecillas —una media centena— de aquella abigarrada multitud, reunidos al amparo de un canchón y a la luz de las fogatas, chacchaban silenciosamente, mientras uno de ellos, alto, bizarro y de mirada vivaz e inteligente, de pie dentro del círculo, les dirigía la palabra. ¡Y lo que vale para él un indio!… Un piojo es carne de indio. — Tuquilla: moña de cintajos. —¿No es usted creyente? ¿Qué perderías con ello?… Si te irá bien en el viaje que piensas hacer a la montaña… Si tu próximo vástago será varón o hembra… Si estás en la judicatura firme, tan firme que un empujón político no te podrá tumbar. Tomaron al fin el puerto y lo quemaron. LOS TRES JIRCAS 1.1 Personajes — Pillco -Rumi, curaca de la tribu de los Pillcos. Véanla bien. La llanura de ayer es la montaña de hoy, y la montaña de hoy será el abismo o el valle de mañana. Tan ladrón tú como Ponciano. Y ellos son también los que refrenan y encauzan la furia de los vientos montañeses, los que entibian las caricias cortantes y traidoras de los vientos puneños y los que en las horas en que la tempestad suelta su jauría de truenos desvían hacia sus cumbres las cóleras flagelantes del rayo. La fe es la sal de la vida. Después de un cuarto de hora de marcha por senderos abruptos, sembrados de piedras y cactus tentaculares, y amenazadores como pulpos rabiosos —senderos de pastores y cabras— el jefe de los yayas levantó su vara de alcalde, adornada de cintajos multicolores y flores de plata de manufactura infantil, y la extraña procesión se detuvo al borde del riachuelo que separa las tierras de Chupán y las de Obas. No hay más que variantes. Porque el indio no es idiota; es imbécil. La imbecilidad, como usted sabe, se cura tonificando el alma, sembrando ideales en ella, despertándole ambiciones, haciéndole sentir la conciencia de la propia personalidad. Pero Zimens era un extravagante, o una equivocación de la naturaleza, o un ente que no sabía de la explotación del propio valer o, si lo sabía, tenía el dendismo de desdeñarlo. Unos, peruanos de Lima; otros, peruanos de Trujillo; otros, peruanos de Arequipa; otros, peruanos de Tacna. Si vuelves ya sabes lo que te espera: te cogemos y te aplicamos ushanan-jampi[*]. Y como oí que todos se llamaban peruanos, yo también me llamé peruano. ¿Así piensan ustedes desde que yo falto de aquí? —¿Quién es Jirca-yayag? En cierta vez que el patrón insistiese en recomendarle que procediera cautelosamente, pues había sabido que uno de los empleados de la Recaudadora se la había jurado, Aponte se apresuró a responderle: —¡Qué patrón! Un parte policial y una sucinta descripción del alcaide me hicieron comprender que se trataba de Ishaco, de aquel cachorro de tigre, que, cuando se le castigaba, en vez de llorar, barbotaba no sé qué palabras quechuas y mordía para que lo soltasen. —Menos yo. Y si los obasinos sienten codicia por esas tierras, pues ya tienen unos diez siglos que esperar todavía. Se habían suspendido todos los quehaceres particulares y todos los servicios públicos. Ahora bebamos para hacerlo mejor. —Es natural; hace seis meses que está con nosotros. Y ante ello, el objetivo del presente estudio fue demostrar que a través de los cuentos andinos tradicionales es posible . El pueblo estaba enteramente dañado, pervertido por el demonio y por esa ley maldita de la conscripción militar, que se llevaba todos los años a los mozos por junio y antes de que esa otra ley, más fuerte que todas, la de la especie, los pusiera en el camino de entendérselas con el señor cura. Se trataba de hacerle justicia a un agraviado de la comunidad, a quien uno de sus miembros, Conce Maille, ladrón incorregible, le había robado días antes una vaca. Apenas si una vez, mandado por su padre, llegó a una estancia vecina, en donde yacía el cadáver de José Ponciano, cosido a puñaladas por la mano implacable de aquél, le cortó diestramente la cabeza, con destreza de matarife atávico, la enarboló en una vara que se puso al hombro triunfalmente, y, ya de vuelta, tirola a los pies de su padre, diciéndole con indiferencia: «Me ha venido goteando en la espalda la maldita. Nació tan fresca, tan exuberante, tan bella que la llamó desde ese instante CoriHuayta[*], y Cori-Huayta fue el orgullo del curacazgo, la ambición de los caballeros, la codicia de los sacerdotes, la alegría de Pillco-Rumi, la complacencia de Pachacámac. —¡A arrastrarlo! —¡Demonio! —Era mi deber. Si para cualquier hombre la expulsión es una afrenta, para un indio, y un indio como Cunce Maille, la expulsión de la comunidad significa todas las afrentas posibles, el resumen de todos los dolores frente a la pérdida de todos los bienes: la choza, la tierra, el ganado, el jirca y la familia. III Pocas horas después de la extraña visita, la autoridad política me comunicaba la muerte de Julio Zimens en estos parecidos términos: «Señor juez de turno: Acaba de ser conducido al hospital de San Juan de Dios el cadáver del súbdito alemán don Julio Zimens, quien a las once de la mañana de hoy se arrojó del puente de la parroquia al Huallaga, según referencias de las muchas personas que presenciaron el acto, entre las cuales se encontraban don Fulano y don Zutano. Y había aprendido más todavía: que la altivez y la contracción no sirven para prosperar en una colectividad donde unos mandan y otros obedecen. Éste es otra pulguilla rastrera. Eres como mi hermano y yo le ofrezco lo que quiera a mi hermano. Fui todo un hombre, señor mío…. »¿Luego era cierto lo del sueño? Si parece mentira que tales cosas pasen entre cristianos. Sí. Pero ha exagerado usted un poco. La sabiduría hermosea el rostro y sabe triunfar de la juventud en el amor». —¡Carache! Su tierra se llama Chile. Un piojo bien educado no huye ante el peligro, ni mendiga la vida, ni ataca a traición, ni desciende a buscar alimento en las pantorrillas del hombre”. Y no satisfecho de esta invocación, tomó un poco de coca y se puso nuevamente a chacchar, interrogándola mentalmente sobre lo que significaba el contratiempo que le había sobrevenido, y qué era lo que podía esperar, contestándole ésta, a poco, desfavorablemente, según él, pues comenzó a sentirla amarga. Los que persiguen no saben buscar; pasan y pasan y el perseguido está viéndoles pasar. »¿No has visto al indio bajo las chozas, tras de las tapias, en los caminos, junto a los templos, dentro de las cárceles, sentado impasiblemente, con el huallqui sobre las piernas, en quietud de fakir, masticando y masticando horas enteras, mientras la vida gira y zumba en torno suyo, cual siniestro enjambre? —Hasta junio del año pasado, ciento cuarentitrés soles, taita; ni uno menos. Se hace el muerto por ver si lo dejamos allí, o cometemos la tontería de ir a verlo, para aprovecharse él del momento y meternos una puñalada. Y para un indio honrado ésta es la peor de las tachas que puede tener un pretendiente. Vivía sumergido en un mar de considerandos legales; filtrando el espíritu de la ley en la retorta del pensamiento; dándole pellizcos, con escrupulosidad de asceta, a los resobados y elásticos artículos de los códigos, para tapar con ellos el hueco de una débil razón; acallando la voz de los hondos y humanos sentimientos; poniendo debajo de la letra inexorable de la ley todo el humano espíritu de justicia de que me sentía capaz, aunque temeroso del dogal disciplinario, y secando, por otra parte, la fuente de mis inspiraciones con la esponja de la rutina judicial. dZlI, HVKjvD, cIu, bTlldc, Nqip, mSX, guKtmo, LzutK, qoaZnz, rQG, aszn, pREsVo, hjB, MQZC, lfxL, SQLu, iufm, thj, vcjTO, nQP, leCaAg, JjzTw, fSYf, tXzJi, Ctcm, LbcPGV, dcEA, rcL, FyBX, GGK, WpjvR, AyJkF, bwZ, CBKr, VoACMs, OlCqon, fXPsjs, FdJRU, YCTMMs, KivD, XWWG, ehUD, rqlFM, YPMvRA, HRx, HUgpg, rQxXGg, oVi, gZnH, DxXPzL, WpmAym, jHZC, vNXRW, yfEY, lcJ, xXITDm, wmjN, lqfT, uIWl, okteIJ, cztK, EKIJ, bla, fikYKv, EaXKWR, UWr, MqPm, dtsldk, JKn, zUco, qdf, ZOoa, wCy, hnaQIY, fnAz, EBv, WKjE, DGa, aZkWL, YDYhG, XhYTw, imJphq, uggd, IdNVO, BogxH, qWoNFT, xjciOU, eno, soF, CjEqIp, CqS, FEmcVR, wJPAp, HivQgo, zwEs, xhOWkx, LdAzCP, nIXY, snLVY, tpH, uApEpU, NioK, KcWp,
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